Aprender gramática con el taladro de fondo

Los escolares del colegio público Diego Muñoz-Torrero, de Valdemoro (73.000 habitantes), apenas pueden concentrarse en clase. Desde septiembre los cimientos de su comedor se levantan mientras ellos reciben la lección, El taladro no es constante, pero desquicia. La escuela se abrió en 2011, pero está lejos de estar acabada.

Casi 500 niños, de entre tres y ocho años, se hacinan en un centro sin biblioteca, sin gimnasio, sin salas de profesores, de informática y de la asociación de padres o sin almacén. Todo eso solo existe sobre plano, pese a que el colegio cuenta con una magnífica parcela. Sus familias luchan para que el presupuesto de la Comunidad para 2016 incluya una partida para terminar el centro.

“El colegio se está ampliando según lo previsto. Hoy cuenta con 21 aulas y 18 grupos escolarizados. Además, se ha habilitado una pequeña pista deportiva. Hasta ahora el Gobierno regional ha invertido más de 2,4 millones de euros en las infraestructuras de este centro”, explica la Consejería de Educación. “Para el curso 2016-2017 está prevista la construcción de varias aulas de educación primaria (en función de las necesidades de escolarización), gimnasio, pista polideportiva y salas polivalentes (despachos y zonas administrativas)”.



Los padres se indignan. Aseguran que había un compromiso verbal de la Comunidad de que el colegio estaría terminado a inicios de este curso y lo que han hecho es tabicar un soportal para sacar dos clases en los bajos de uno de los edificios, pero la tercera fase no se ha puesto en marcha. La supuesta “pista deportiva” es en realidad un pequeño trozo de descampado pavimentado. Según las familias, las porterías las ha traído un padre y los niños no pueden jugar a la pelota por las obras.

La lista de deficiencias que indica la asociación de padres es interminable. Dicen que para hablar se reúnen unos cuantos en la garita del conserje; los exámenes del Trinity College se prepararon en un pasillo; no hubo espacio para celebrar una fiesta de fin de curso; o las clases extraescolares de yudo se imparten en la zona del ascensor. Tampoco hay techado en el que guarecerse si llueve mientras hay clase de educación física en el exiguo patio. En la sala de psicomotricidad comen en dos turnos porque no caben.

“Las obras del comedor comenzaron el día 11 de julio y estarán terminadas en diciembre”, prosigue Educación. “La empresa tiene cinco meses para finalizarlas, está dentro de plazo. Mientras tanto los niños comen en un aula habilitada adecuadamente”. El relato de los padres difiere. Aseguran que las obras empezaron en septiembre porque la constructora aseguró que no podía conseguir una cuadrilla y materiales en agosto. La adjudicación del contrato, dicen, no se convocó hasta marzo y se falló en julio.

EL PAÍS visitó el colegio el jueves y una cuadrilla trabaja con una grúa en los cimientos. Los padres han colgado un vídeo que muestra cómo se taladra el suelo en horas de clase. “Se pensó en que se construyese el comedor por la tarde o los fines de semana, pero eso duplicaría el presupuesto”, explica Antonio Trimiño, presidente de la asociación.

El nuevo equipo municipal (Ciudadanos) se ha unido a su batalla y toda la corporación firmó una moción conjunta para que la Comunidad “dote de las partidas presupuestarias necesarias para la conclusión de la escuela”.

Fuente: elpais.com

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